En Argentina, el fútbol no es solo un juego: es parte de lo que somos. Se respira en cada barrio, se juega en la vereda, en los potreros embarrados, en la plaza con dos buzos como arco. Y se discute —a muerte— en cada café, en la sobremesa del domingo, en el bondi o en la fila del súper.
Pero dentro de toda esa pasión que nos une y nos hace llorar o gritar como locos, hay algo que siempre nos saca de las casillas: esas reglas del fútbol que no hay por dónde agarrarlas. Esas que parecen hechas más para confundir que para ordenar el juego.
Algunas vienen del siglo pasado, otras son nuevas y traen el VAR bajo el brazo, pero todas tienen ese “no sé qué” que nos hace dudar, putear o levantar la ceja. Porque seamos honestos: nadie las termina de entender, y si las entendés, seguro igual te parecen una injusticia.
A continuación, las desmenuzamos como corresponde: con ejemplos, con bronca futbolera y con esa mirada argenta de quien alguna vez se peló las rodillas gambeteando entre autos.
1. El offside: el karma eterno de los delanteros… y de la tribuna también
El bendito “fuera de juego” es, desde siempre, el peor enemigo del delantero. Nació con buenas intenciones, dicen, para que no haya vivos que “saquen ventaja” y se queden colgados al lado del arquero esperando que les tiren un pase.
Hasta ahí, todo bien. Pero cuando la pelota empieza a rodar, esa regla se convierte en un problema que nadie termina de entender.
Y con el VAR, ni hablar… ahora te anulan un gol porque el tipo tenía adelantado el hombro o la uña del pie gordo. Sí, posta. ¡Una uña! Como si eso te hiciera correr más rápido. Lo que antes era “estaba en la misma línea” y lo decidía el línea con el ojo entrenado, ahora lo mide una computadora con mil rayitas y cámara en HD. Y mientras tanto, el partido se frena, se enfría, se pincha. ¡Se corta la emoción!
Lo peor no es que sea exacto. Es que mata la pasión. En vez de gritar el gol como loco, te quedás esperando a ver si lo convalidan. Y cuando lo hacen, ya pasó la euforia. Hasta los jugadores dudan antes de festejar.
En lugar de festejar un gol, los jugadores se quedan congelados mirando al árbitro. Y los hinchas también.Ya no se grita con el alma: se grita con duda.
Ejemplo que nos dolió a todos: el golazo de Lautaro Martínez a Arabia Saudita en Qatar 2022. ¡Tremendo golazo! Le rompía el arco. Pero como tenía el hombro apenas adelantado… chau gol. ¿Eso le dio ventaja? Para muchos, nos afanaron.
2. El penal: ¿justicia o ruleta rusa?
El penal es esa situación que, en teoría, debería ser clara: te bajaron en el área, va al punto del penal. Se supone que premia al equipo que sufrió una falta clara dentro del área. Pero en el fútbol moderno, muchas veces se pita penal por contactos mínimos o interpretaciones ambiguas.
Hoy por hoy, es más parecido a jugar a la ruleta que a impartir justicia. Porque hay veces que lo cobran por un roce que en mitad de cancha ni se mira, y otras que le pegan un topetazo al delantero y el árbitro te dice “siga, siga” como si nada.
Y no nos olvidemos del VAR… que en lugar de aclarar, oscurece. A veces lo llaman, a veces no. A veces lo usan para corregir, y otras veces lo ven diez veces y dejan todo como está. ¿El resultado? El penal se volvió un tire y afloje de interpretaciones. En una ruleta de subjetividades. Y cuando hay definición por penales, ya no es fútbol: es una tortura psicológica. Parece un castigo emocional más que deportivo.
Un caso que quedó para la polémica eterna: la final de la Champions 2019. Iban 23 segundos y le dan un penal al Liverpool por una mano más discutida que reunión de consorcio. Gol, y chau partido. Desde ahí, todo cuesta arriba para el rival. ¿Justicia? Más bien, suerte y cara de póker.

3. La mano en el área: la regla que no entiende ni el árbitro que la cobra
¿Es mano? ¿No es mano? ¿Tuvo intención? ¿El brazo estaba en una posición “natural”? ¿Agrandó el cuerpo? Son preguntas que ni el VAR, con mil cámaras y repeticiones, puede contestar sin entrar en crisis existencial.
La FIFA viene cambiando esta regla más seguido que técnico de equipo chico, y cada vez que mete mano (literal), la deja más confusa. Lo que en un partido es penalazo, en otro ni lo revisan. Todo queda en la nebulosa.
Y lo más insólito es el doble criterio: si un delantero mete un gol y la pelota apenas le roza el brazo, te lo anulan de una. Pero si un defensor frena un bombazo con el brazo, ahí se lo piensan y evalúan hasta el cansancio, como si fuera un fallo de la Corte Suprema..
Ejemplo de manual del desquicio: Champions 2021, PSG vs. Manchester United. Kimpembe la quiere despejar, le rebota en la espalda y después le pega en el brazo. ¡Penal! ¿Intencional? Claramente no. Pero sancionado igual. Un mamarracho total.
4. El tiro libre indirecto: ese fantasma que aparece cada tanto
El tiro libre indirecto es como ese jugador que va al banco y nadie sabe bien qué rol cumple. Está ahí, pero nadie lo entiende del todo. Se cobra en jugadas medio raras, como cuando el arquero agarra una que le pasó un compañero con el pie, o por alguna infracción técnica medio rebuscada.
Pero lo más loco es que si pateás directo al arco y la clavás en un ángulo… ¡no vale! Sí, como leés: si nadie más la toca, es como si no hubiera pasado nada. Te querés matar.
Y lo peor es que ni en el fútbol amateur se acuerdan de eso. Ni los pibes que juegan, ni el árbitro que vino en bici con la remera del Chelsea. Se arman unos bardeos bárbaros: “¿¡Cómo que no vale!?”, “¡Pero si fue un golazo!”, y así, media hora de discusión.
Caso curioso: Un equipo ejecuta una jugada preparada desde un tiro libre indirecto, la pelota entra al arco y el árbitro anula el gol porque nadie más la tocó. ¿Quién lo sabía? Nadie. Ni los relatores. Un blooper reglamentario.
5. El gol en contra que no vale: las jugadas más insólitas del reglamento
Hay reglas que parecen inventadas en un asado con vino y sin pelota. Esta es una de esas. Si pateás un tiro libre pa’ atrás, hacia tu propio arco, y la bocha entra sin que nadie la toque… no es gol en contra. ¿Entonces qué pasa? Córner para el otro equipo. Sí, una locura. ¿Lógica? Cero.
Lo mismo pasa con el saque de arco: si el arquero se la da a un compañero en el área y éste se la devuelve como los dioses no quieren, y termina adentro… ¡hay que repetir el saque! Nada de gol en contra, ni festejo para el rival.
Son esas situaciones que pasan una vez cada diez mil partidos, pero cuando ocurren, nadie entiende nada. El arquero se agarra la cabeza, el línea se mira con el juez principal, los relatores dudan y los hinchas están googleando la regla en pleno partido.
Sentido común: ausente sin aviso. Y el reglamento, a veces, más que ordenar, parece hecho para dejarnos en offside a todos.
6. Tandas de penales con jugadores expulsados: ¿ventaja injusta?
Cuando un equipo termina con menos jugadores y el partido se va a los penales, el reglamento mete la mano. ¿Cómo? Al que tiene más jugadores le hacen borrar pateadores para emparejar e igualar la cantidad. O sea, si vos terminaste con 11 y el otro con 9, tenés que elegir a dos de los tuyos y decirles: “ustedes no patean”.
¿Y qué pasa con eso? Que el equipo con menos jugadores puede hacer patear dos veces a su goleador o a su especialista, antes que el rival tenga chance de rotar. Y ahí la cosa se pone picante, porque puede cambiar el resultado de todo un partido.
No parece justo, ¿no? Pero está en el reglamento. Y cuando pasa, salta la polémica.
Ejemplo claro como el agua:
En la Sudamericana 2020, un equipo con menos jugadores llegó a la definición desde los doce pasos. Gracias a esta regla, su mejor pateador repitió antes. Metieron los goles, ganaron, y el otro equipo quedó con bronca y cara de “¿esto es legal?”. Una “viveza” reglamentaria que huele raro…
7. Amagues en el penal: ¿dónde termina el arte y empieza la trampa?
El amague es una joyita del fútbol, una picardía criolla. Pero en los penales, ojo, porque hay una línea finita entre ser pillo y pasarte de vivo. La regla dice que podés frenar un poquito, desacelerar, pero no podés clavar los frenos como si se te cruzó un colectivo.
¿El problema? Que es más subjetivo que charla de café. Hay árbitros que te dejan hacer el pasito de samba y otros que te anulan el gol y te meten amarilla como si hubieras cometido un crimen.
Y claro, eso genera polémica. Los jugadores se la juegan, los arqueros protestan, y la gente en la tribuna grita “¡dale, loco, si fue golazo!”. Pero la regla es clara (o no tanto), y queda en manos del árbitro de turno.
Ejemplo recordado:
Neymar, con su caminata eterna, a paso de tortuga, antes de patear. En algunos partidos se los permitieron, en otros casi se los anulan. ¿Dónde está el límite? Nadie lo sabe con certeza. Pero que genera polémica, seguro.
8. En los laterales y córners no hay offside: la regla que pocos conocen
Esta es una de esas perlitas del reglamento que no muchos tienen clara: en los saques de banda y en los córners no existe el offside. Sí, leíste bien. Te podés parar al lado del arquero, recibir la bocha desde un córner y seguir habilitado como si nada.
Los que la tienen clara, como Bielsa o Guardiola, ya la usaron para sorprender con jugadas preparadas raras. Te meten un pase desde la esquina o el lateral y el delantero aparece solito, como si hubiera tirado magia.
Pero claro, no falta el defensor que levanta la mano como si lo estuvieran choreando, pidiendo un offside que no existe. Y ahí arrancan los gritos, las discusiones, y alguno en la tribuna tirando: “¡Leé el reglamento, papá!”.
Es una de esas reglas que, aunque está hace años, todavía agarra desprevenidos a más de uno, incluso en partidos importantes. Así que si querés chamuyar de fútbol, tirá esta y quedás como un sabio del reglamento.
Conclusión: el fútbol necesita emoción, pero también sentido común
El fútbol, como la vida, está lleno de reglas. Pero a veces, esas reglas terminan siendo más una traba que una guía. En un deporte donde la pasión, la creatividad y el vértigo mandan, aplicar normas rígidas, confusas o mal interpretadas solo genera frustración.
Porque sí, entendemos que el juego necesita orden. Pero también necesita coherencia, empatía y una pizca de sentido común. No puede ser que goles espectaculares se anulen por un hombro adelantado, o que una mano involuntaria cambie el destino de un partido.
No se trata de tirar el reglamento a la basura, sino de hacer que lógica, que sea justo y que acompañe lo que pasa en la cancha.
Lo que los hinchas pedimos no es perfección. Pedimos criterio. Queremos volver a gritar goles sin miedo a que los borren. Queremos penales justos, manos claras, offsides evidentes. Queremos que el VAR sea una ayuda, no un protagonista.
Y sobre todo, queremos que el fútbol no pierda su esencia: esa espontaneidad imperfecta que lo hace hermoso. Porque si todo se mide en milímetros, en cámaras, en tecnicismos, se enfría el alma del juego.
Que las reglas estén, claro. Pero que nunca maten la emoción. Porque en definitiva, eso es lo que nos hace volver cada domingo a la cancha, a la tele, o al potrero. Eso es lo que nos hace amar el fútbol.
Porque el fútbol, en el fondo, es eso: un motivo para gritar, para abrazarse, para putear y para soñar con la gloria. Y si las reglas te sacan esas ganas, si apagan el grito de gol, entonces algo hay que revisar. Porque sin emoción, no hay fútbol.
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